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25 al 29 de NOV, 2019 : Manzana de la Rivera - Asunción: Paraguay

CONFERENCIA

Dra. GRACIELA PIÑEIRO

"Extinciones masivas: catástrofes necesarias para los cambios evolutivos”

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La vida ha sobrellevado su existencia en la Tierra desde hace más de 3500 millones de años (Ma) a pesar de haber sufrido episodios catastróficos que afectaron globalmente la biodiversidad. Cinco extinciones masivas conocidas como “The Big Five” por la intensidad de sus efectos, han dejado una huella alrededor del mundo en rocas de edad equivalente. Así, la evolución de la vida en el planeta y su creciente diversidad aparecen interrumpidas a finales del Ordovícico (444 Ma), del Devónico (359 Ma), del Pérmico (252 Ma), del Triásico (201 Ma) y del Cretácico (66 Ma). De las cinco, solo una (fines del Cretácico) se ha podido vincular con el impacto de un gran asteroide, cuyo cráter se encuentra en la península de Yucatán, sureste de México. Otras causas de las extinciones son propias de la dinámica terrestre y refieren a períodos de importantes variaciones climáticas (glaciaciones), asociadas a cambios del nivel del mar o también a períodos de vulcanismo generalizado con implantación de condiciones de efecto invernadero y reducción de la luz solar y de la fotosíntesis. Los esquistos negros (“black shales”) constituyen un tipo de rocas con alto contenido de materia orgánica y bajas concentraciones de oxígeno que invariablemente aparecen en el registro fósil asociadas a los períodos de grandes extinciones. Paradójicamente, los esquistos negros preservan de manera excepcional los restos de los organismos que fueron afectados por los procesos de extinción. Si bien se postula que los impactos de asteroides han sido mucho más frecuentes en la Tierra que lo que se deduce de los cráteres preservados, sus efectos sobre la vida del planeta no son tan evidentes. El único caso de impacto de un meteorito que se conoce relativamente bien se produjo a fines del Cretácico y existen pruebas de sus efectos negativos particularmente en el ámbito marino. En cuando al ámbito terrestre, el meteorito pudo haber producido un prologando estrés ambiental al cual no pudieron adaptarse los altamente especializados grupos de dinosaurios que aún persistían a finales del Cretácico (ceratópsidos y hadrosáuridos). Las evidencias que podrían confirmar el impacto estarían limitadas al hallazgo de una muy delgada capa de arcilla enriquecida con iridio, un elemento que no es común en la corteza terrestre pero es abundante en los meteoritos, y a la presencia de un cráter con una edad correspondiente al límite entre el Cretácico y el Terciario (Límite K-T) hallado en la Península de Yucatán, México. En los depósitos que forman el cráter de Chicxulub, el cual correspondería a un bólido de más de 10 km de diámetro, se han registrado algunas estructuras que en general se asocian a los impactos de meteoritos como microtectitas (esférulas vítreas compactas) y cristales de cuarzo shockeados. No obstante, los dinosaurios, que representan el taxón estrella de la extinción del K-T, pueden haber comenzado su etapa de decadencia unos 10 millones de años antes del final del Cretácico y según estudios recientemente llevados a cabo por Gerta Keller, una micropaleontóloga de la Universidad de Princeton, el cráter de Yucatán es 300.000 años más viejo que el límite K-T y las microtectitas de Chicxulub se ubican 14 m por debajo de la capa de iridio. Hasta el momento, no se ha encontrado iridio asociado al cráter de Chicxulub y la extinción de los dinosaurios y otros grupos no parece estar ligada al asteroide que generó el cráter de Yucatán, sino posiblemente a otro impacto posterior (Keller, 2008). Desde hace 66 Ma la vida en el planeta ha mostrado un período de calma que parece llegar a su fin con el comienzo del Antropoceno, periodo en el cual, según algunos autores, comienza a gestarse la sexta extinción en masa producida por el hombre.

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